Si por un momento te sintieses como yo me siento, si llegaras a aproximarte a mi como una brizna de hierba y te posases pudiendo sentir mi latir, mi con-fusión, de aliarme o encerrarme, de atreverme o escaparme.
Ese miedo a que descubras quién soy en realidad, ese miedo a que yo descubra, que no valgo lo que aposté por mi.
…La vida se evapora buscando, buceando, deseando, cuando todo está aquí, dentro de mi, me empequeñezco y casi desaparezco antes de mirar tus ojos y ver.
Fundirte o confundirte, amarte o marcarte, ver o beber, fumar o esfumar, son solo simulacros de los espejismos del destino deseado o aplazado.
Si apenas un instante distante fluyera la vergüenza de la desvergüenza y parara al amparo de una puerta abierta y rotara derrotada en sí misma, ese instante distante me daría la esperanza de un segundo de amor pleno y sin romances engañosos que se pierden entre las curvas alineadas de una muerte segura.
Canjear un sonrisa por un alarde de felicidad obscena y meditada, amada y perdida en el vacio del silencio manisfiesto donde te das la vuelta para ponerte de frente y poder saludar sin insultar mi sentimiento y confundirte con la realidad del valor de dentro y mirar agotada la intensidad del amor que nace en un pecho desnudo sin adornos, respirando la energía del instante distante que desaparece mientras se ilumina la noche con una luna llena deseando amar sin ser.